CHARLESTON, SC.— En días como estos es fácil recordar cómo era el deporte en el pasado y a los personajes que solían ocupar el centro de atención. Karl-Anthony Towns es la adquisición más lograda que los Knicks han hecho en años.
Ha sido cuatro veces All-Star, dos veces seleccionado All-NBA y ha sido nombrado Novato del Año. Probablemente haya que remontarse a Carmelo Anthony (cuatro nominaciones All-Star, tres All-NBA en Denver) para encontrar a alguien en su mejor momento con un currículum más brillante el día que llegó a los Knicks.
Érase una vez, Reggie Jackson llegó con credenciales similares, y el primer día que habló oficialmente como yanqui, fue mayormente insulso durante sus comentarios de apertura en el Versailles Terrace Room del Americana Hotel.
Hizo las cosas típicas de una conferencia de prensa que uno siempre hace en reuniones formales: se puso la gorra por primera vez, se puso una camiseta (la número 42 ese día, luego la 44), sonrió sin parar para las cámaras. De George Steinbrenner dijo: “Me presionó, hombre”, pero eso fue todo lo que dijo de sus comentarios preparados.
Fue más tarde, frente a un grupo más pequeño de escritores, que Reggie lanzó el primero de las docenas de reggie-ismos que distribuiría a lo largo de cinco años como yanqui:
“No vine a Nueva York para ser una estrella”, dijo Jackson. “Traje mi estrella conmigo”.
Towns trae su estrella a Nueva York, no lo duden. Si a veces ha sido un jugador frustrante de ver y de entrenar, es sólo porque su talento es tal que se le califica con una escala que sólo se aplica a una docena de jugadores más o menos en la liga. No vino aquí para ser una estrella. Ya lo es.
Por: Mike Vaccaro
New York Post